Cuando el UX siempre estuvo ahí
En mi último año de la secundaria me acerqué al profesor de Diseño Gráfico y le dije “profe, no se moleste conmigo, yo ya me llevo la materia a diciembre”. Yo, que estuve siempre empeñada en mantener un buen promedio, nunca había dicho una cosa así. Me miró sorprendido pero muy serenamente me invitó a que le diera una explicación. Yo me justifiqué diciendo que era muy mala para el dibujo y que en el curso había gente más capacitada que yo para hacer cosas que valieran realmente la pena. No dije nada que no fuera cierto. Estaban quienes apuntaban a la Publicidad o a alguna carrera relacionada con lo audiovisual e incluso tenía un compañero que era un genial ilustrador. Yo, en ese momento, no me vi con ninguna habilidad para aprobar la materia.
Me miró sonriendo. Me dijo que íbamos a tener una charla de feedback de forma individual cada semana y que de ninguna manera podía dejar de entregar los trabajos. Agregó que, en primer lugar, no sabía si era buena o no si no lo intentaba. Válido. En segundo lugar, que el diseño no se trataba solo del producto final, sino que ante todo era una forma de pensar diferente. Me quedé dudando, pero volví a mi banco sin chistar.
Cada semana me vi haciendo y rehaciendo trabajos hasta llegar a la versión que más me convenciera a mí misma. Me vi prestándole atención a los detalles, volviéndome loca para que no se notara ningún trazo desprolijo cuando pintaba con lápiz porque el profe era más perfeccionista que yo. Si bien el resto del curso solía llevar sus trabajos a la imprenta para mejorar la calidad del color, como yo no podía costearlos, me las arreglaba haciéndolo a mano.
Yo, que ya para entonces estaba decidida en seguir Letras o comunicación, estaba fascinada con todo lo que había detrás del diseño. La semiología, la historia de la imprenta y hasta me obsesioné con el recurso de la sinécdoque (palabra que además me fascinaba). Aprendí a pensar en diseño y contenido a la vez. Entendí que lo visual y las palabras podían juntas generar un gran impacto.
En cada examen me sacaba un 10 y el profesor me dejaba mensajes alentadores en la hoja. Siempre fue estricto y de palabras contundentes (jefe de cátedra de la FADU, no podía esperar menos), pero también paciente y motivador a su manera. A fin de año, para sorpresa mía pero no suya, fui el promedio más alto en la materia. Me eligió para ser la encargada de la muestra de fin de año. Enseguida me entusiasmé y le dije que capaz Diseño Gráfico podía ser mi carrera. Me dijo que no, que mejor siguiera con mi plan. Me pinchó el globo, pero no opuse objeción.
Unos años más tarde me lo crucé en las oficinas de la obra social docente. Nos miramos. Me sonrió y antes de irse me dijo “algo bueno debo haber hecho yo”.
Aquél “no” me permitió no solo seguir adelante con una carrera que, a su vez, me motivó a crear un proyecto solidario de promoción lectora que se convirtió en una ONG en crecimiento, sino también elegir la docencia en secundaria para brindar algo de eso que él me había ofrecido: confianza, empatía y oportunidad.
Sé que esa experiencia vivida se reflejaba en la frase “conmigo lo vas a aprender o aprender” que repetía constantemente en el aula o al acompañar a los equipos de la ONG a sacar lo mejor de ellos mismos en cada proyecto o tarea.
Hoy me es claro que nada es imposible si está dentro de nuestro control. Sé lo importante que es sentir la confianza de otra persona y la palmadita en el hombro que nos alienta a seguir superándonos.
Con este recorrido y esta forma de pensar, ya a punto de finalizar mi licenciatura en Letras después de un largo recorrido, me volví a cruzar con el diseño desde otra vereda. Descubrí el mundo de la experiencia de usuario (User Experience o UX) y no puede ser más claro que mi camino debe seguir por acá.
Si de algo estoy segura es que, hasta ahora, todo en mi vida se trató de guiar o ser guiado. Siempre creí en el poder de la colaboración porque somos mejores si del otro lado hay una mano que nos acompaña, nos empuja o nos retiene de ser necesario.
Para mí, la literatura es tan guía como lo es el diseño y el contenido en la Experiencia de Usuario. Por eso, elegí formarme como lectora para buscar ese faro que iluminara mi forma de pensar. Elegí escribir para sacar a la luz lo que vale la pena conocer. Elegí enseñar para compartir conocimiento y para guiar a otras personas a alcanzar un objetivo. Elegí dedicar parte de mi vida al voluntariado porque para ver cambios hay que ser parte de ellos. Y hoy elijo ser Uxer porque todo lo que soy se resume en este cruce de crear para ayudar a solucionar una necesidad.
Si me encontrara de nuevo con el profe de Diseño, además de agradecerle le diría que entendí: no se trata solo de alcanzar un objetivo, sino de escucharse como se sabe escuchar a los demás. La empatía tan necesaria para con los demás, es clave para con uno mismo.